martes, 6 de agosto de 2013



LA VEGA CENTRAL

“Después de Dios está La Vega” Así reza este slogan axiomático en las paredes exteriores de la Administración de este colorido, vigoroso y pujante mercado, que desde la época colonial ha sentado sus reales en el sector de La Chimba (Recoleta). Con la construcción del Puente de Cal y Canto en el siglo XVIII una gran cantidad vendedores y feriantes comenzaron a instalarse en sus inmediaciones. En el siglo XIX el sector ya era conocido como “La Vega del Mapocho”. Fue por esos días que se delimitó y ordenaron los terrenos destinados para ofrecer productos para el consumo humano. Parecía que la cornucopia se hubiese derramado en medio de este recinto. A pesar de pulular en sus instalaciones una pléyade de ebrios consuetudinarios e infelices a los que la vida parece haber dejado de lado, La Vega es un lugar de tradiciones chilenas que acoge con mano franca a todos los hijos del pueblo. Desde la madrugada comienza aquí un trajín incesante. Actividad por todas partes. Los cargadores parten el día con buen caldo de patas con ají y un “tecito” (una taza de vino tinto o blanco) para paliar el frío inclemente. A mediodía los gritos vendedores de papas, ¡mi zapallo es puro chocolate! ¡las lechugas frescas! ¡de La Serena las manzanas! ¡casera lleve las clementinas! ¡De Paine las sandillas!. Las vendedoras de las cocinerías ofrecen una inimaginable cantidad de platos populares, partiendo por los porotos con riendas, con chicharrones, cazuela de vacuno, caldo de patas, pollo al jugo con arroz, carne a la cacerola, tallarines con carne picada. Un verdadero festín de olores y sabores que hablan de un Chile vivo y vigente. Una de las picadas más emblemáticas de La Vega es la de Tía Ruth donde sus exquisitas sopaipillas, mote con huesillos y pescados fritos son el deleite de sus numerosos comensales que llegan de todas partes a degustar sus manjares populares.
Estos son los barrios de Fray Andresito, un sencillo franciscano protector de los desvalidos que nació en las Islas Canarias (España) y murió con olor a santidad (1853) en la iglesia Recoleta Franciscana: su fama crece cuando al exhumar su cuerpo se dieron cuenta que estaba incorrupto. Su sangre milagrosa permanece líquida en un frasco y ha pasado por diferentes estudios que dan ribetes de milagro a este inusual fenómeno. Fray Andrés García Acosta, no solo fue un limosnero de su orden religiosa, sino que fue venerado en vida por sus milagros y predicciones. Incluso predijo el día de su muerte: el 14 de enero de 1853. Su alma plena de humildad y sabiduría le hizo notoria fama que él siempre rechazo con indiferencia y en cambio siempre dio una palabra de apoyo a quien lo necesitara. Hoy un museo en el Hall de la Recoleta Franciscana exhibe sus mínimas prendas de vestir y sus escasos utensilios. Así Fray Andresito se metió profundamente en el corazón de Chile, tal como lo testimonían los centenares de placas de agradecimiento que existen en su morada recoletana.

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