miércoles, 21 de agosto de 2013


EL BARRIO BANDERA

Las calles tienen alma, tienen identidad, lo habíamos dicho en otras oportunidades. Pero el barrio Bandera fue por así decirlo el epicentro juvenil de los locos años 20. En aquella época la bohemia poética, artística, literaria, musical y pictórica se daba cita en los legendarios bares y restaurantes que iluminaban la noche santiaguina. Deambulaban de bar en restaurant una pléyade de personajes encopetados, obreros, oficinistas, aspirantes a escritores, músicos y vagabundos de toda clase. Diego Muñoz era un joven estudiante que se incorporaba a este delirante medio. Estudiaba leyes y al mismo tiempo incursionaba en cursos de dibujo, acariciando la idea de ser un pintor. Un buen día llegó una gran noticia: un nuevo local abriría sus puertas y Diego Muñoz corrió a ofrecerse para decorarlo. El nuevo empresario aceptó la oferta de Diego y el acuerdo quedó sellado. El local se llamaría Zeppelín. El valor de la decoración era de diez mil pesos de la época, y el joven pintor se puso manos a la obra, creando unos murales de figuras humanas geometrizadas. Sin embargo el pacto establecía que la mitad de los honorarios sería pagado en efectivo y la otra mitad en un crédito cervecero que le artista tendría abierto para su consumo. La botella de cerveza valía un peso por aquellos días. Pero Diego Muñoz consiguió un precio para el trato de sólo veinte centavos. Eso significaban 25.000 botellas de Maltas y Pilseners que cambiaron su vida y la de sus amigos entre los que se contaban: Pablo Neruda, Julio Ortíz de Zárate, Isaías Cabezón, Alberto Rojas Jiménez, Lalo Paschín. Entre todos ellos se bebieron aquel inmenso río de cerveza en el curso de no tanto tiempo.
También por el barrio Bandera existió el Zum Rhein donde se consumían todo tipo de platos criollos. La Antoñana, el Hércules, Don Lalo (El rey del pescado frito), El Far West, la peluquería La Peñita, Deportes Escuti, cuyas vitrinas eran decoradas por grandes fotografías con escenas de partidos de fútbol del Mundial de 1962, forman parte del acerbo cultural mapochino. 
La calle Bandera debe su nombre al pueblo, y al ingenio comercial de Don Pedro Chacón y Morales, un antiguo cabildante y honorable comerciante perseguido por el régimen realista y que soñaba con la llegada de un mundo mejor. Ante la inminente debacle financiera de su tienda, ubicada en esta calle esquina de Huérfanos, debido al empobrecimiento general del pueblo, tras el advenimiento de la nueva república naciente en 1818. Ya no se vendían sus hilos de oro, y plata, choletas y creas y una cantidad indefinible de productos de procedencia francesa. Ya no venían sus antiguas clientas godas que detenían sus calesas frente a su tienda. Esperanzado en que los nuevos tiempos de 1819 trajera bonanza y libertad de comercio, Don Pedro esperaba en vano a sus nuevos clientes tras los grueso mesones. Por aquellos días la bandera de la patria vieja ideada por Los Carrera, cedía su lugar al nuevo emblema patrio. Ahí Don Pedro comenzó a desarrollar su ingenio. Hizo confeccionar una gigantesca bandera de la nueva república, la que izó frente a su tienda en una gran asta. La bandera flameó majestuosa, gloriosa y bella, lo que atrajo a una gran cantidad de vecinos que se apiñaron frente a su tienda a admirar el nuevo emblema en que relucía una estrella de pura plata como bordada de los manto de las vírgenes.
Con el intenso ajetreo de la gente, comenzó a cobrar vida y movimiento el comercio de la calle. Nuevos propietarios de tiendas y pulperías nacieron en torno a la tienda de Don Pedro quién posteriormente llegó a ocupar un cargo de diputado. Cuando las damas eran consultadas acerca de donde adquirían sus esplendidas telas, ellas respondían: “La compré en la Bandera hijita…” Así el nombre se entronizó primero en la cercanía de la tienda y posteriormente en toda calle.

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