Cuando
el ingeniero José Luis Coo puso término a los trabajos de canalización
el rio Mapocho quedó un terreno de veinte manzanas entre el rio y el
Tajamar. En 1892 Paulino Alfonso, hombre de bien, propuso crear en ese
lugar parques y jardines, instalar obras de arte, construir un teatro,
la Escuela y el Palacio de Bellas Artes. Los años pasan y el presidente
de Chile es Germán Riesco, hombre de pocas luces al decir de muchos, en
cuyo gobierno se vivió una fiebre bursátil y un oscuro periodo de
especulación. La baja constante de la moneda, los estallidos populares y
su sofocación (huelga de trabajadores de la compañía de vapores en
Valparaíso 1903, huelga de la carne en 1905, huelga de Antofagasta en
1906) son un preludio a ese cambio fundamental que se espera con el
ascenso de Arturo Alessandri Palma en 1920. En ese confuso ambiente
comienza a engrendarse el milagro del Parque Forestal. El intendente
Enrique Cousiño presidió una comisión designada el 18 de diciembre de
1900 por el gobierno. En tres meses presentó un informe que proponía la
creación de un parque entre las calles de Las Claras (hoy Mac Iver) y el
Camino de cintura (hoy Av. Vicuña Mackenna). El proyecto fue aprobado y
el arquitecto paisajista Jorge Dubois comenzó los trabajos con cien
hombres que ganaban un peso y veinte centavos diarios. En 1905 el parque
tenía mil cien metros de largo por ciento setenta de ancho. Los árboles
eran siete mil setecientos y los aportes vinieron de la Quinta Normal,
del criadero de árboles de Nos, de Salvador Izquierdo, de Ascanio
Bascuñán Santa María quien donó algunas palmeras de su hacienda de Ocoa.
A los árboles se sumó en 1902, la laguna que duró hasta 1944, año en
que la desecaron. En abril de 1920 el parque fue terminado.
Este maravilloso paseo acogió por años a una pléyade de notables poetas, escritores, músicos y cuequeros que se reunian bajo las sombreadas veredas a conversar y dar rienda suelta a todo el talento joven de aquellos locos años veinte. En los setenta, bajo la influencia de Woodstock, aquel festival y congregación hippie de tres días de paz, música y amor celebrado en Bethel, New York en 1969, tuvo su réplica chilena en los prados de este bucólico parque. Se reunian allí centenares de hippies criollos a experimentar con marihuana y hacer música día y noche. El Parque Forestal también ha sido la alcoba amatoria de generaciones juveniles, paseos familiares y contorsionistas circences que han hecho de este parque su lugar de encuentro. Abierto a la comunidad, presidido por la hermosa Fuente donada por la colonia alemana residente, este pulmón vegetal también es un magnífico lugar para el esparcimiento y parte de la chilenidad que se construye a diario.
Este maravilloso paseo acogió por años a una pléyade de notables poetas, escritores, músicos y cuequeros que se reunian bajo las sombreadas veredas a conversar y dar rienda suelta a todo el talento joven de aquellos locos años veinte. En los setenta, bajo la influencia de Woodstock, aquel festival y congregación hippie de tres días de paz, música y amor celebrado en Bethel, New York en 1969, tuvo su réplica chilena en los prados de este bucólico parque. Se reunian allí centenares de hippies criollos a experimentar con marihuana y hacer música día y noche. El Parque Forestal también ha sido la alcoba amatoria de generaciones juveniles, paseos familiares y contorsionistas circences que han hecho de este parque su lugar de encuentro. Abierto a la comunidad, presidido por la hermosa Fuente donada por la colonia alemana residente, este pulmón vegetal también es un magnífico lugar para el esparcimiento y parte de la chilenidad que se construye a diario.
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