A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)
En
1838, durante el gobierno del apático y lúgubre José Joaquín Prieto se
fundó la Sociedad Nacional de Agricultura. Con el fin de brindarle
facilidades para su funcionamiento, el presidente en su mensaje de 1841,
habla de cederle un pequeño fundo en
las cercanías de la ciudad para el estudio de una ciencia que está en
directa relación con la riqueza nacional. En ese año el Estado de Chile
le compró a José Santiago Portales y Larraín, "padre los Portales y
Palazuelos y dueños de todo lo que hoy es el barrio Yungay", una hijuela
de 16 cuadras. Posteriormente se adquirieron terrenos hasta completar
132 hectáreas. Al año siguiente el Ministro de Hacienda Manuel Rengifo
anuncia que se ha hecho una calle de 30 varas de ancho aledaña a la
hijuela y que debe comunicar en rectitud el Camino a Valparaíso, con la
Cañada o Alameda de las Delicias. Habría de llevar el nombre de
Matucana con el propósito de exaltar aquel combate anterior a la batalla
de Yungay. En 1853 se construye Jardín Botánico y el Invernadero bajo
la dirección de Rodolfo Philippi. También funcionó allí el a partir de
1882 el Jardín Zoológico de Santiago, siendo trasladado al Parque
Metropolitano en 1925.
Así nacía la Quinta Normal y sus primeras
plantaciones estuvieron a cargo del naturalista Claudio Gay. Pinos,
Abetos, Encinas y otros árboles de alta estatura fueron plantados allí.
La Escuela Práctica de Agricultura se ponía en marcha con 30 alumnos
bajo la inspección de García Reyes.
Este recinto fue durante años la sede de innumerables exposiciones agrícolas.
Nadie imaginó en la transformación que tendría este mundo vigoroso,
colorido y popular llamado Quinta Normal, cuyo apogeo se fija por el año
1930. Lugar imperdible para el paseo dominical de las familias
chilenas, punto de encuentro irrenunciable para los enamorados, alma del
pueblo santiaguino. La Quinta Normal es un ícono de la ciudad y del
mundo popular, a veces venida a menos, pero imperecedera, acogedora,
nuestra. En Septiembre, los sabrosos olores de los asados y las
innumerables pichangas familiares llenan sus prados de una increíble
algarabía, que revela una chilenidad vigente, viva, plena de foclor,
artesanía, gastronomía , fiestas religiosas y fervor popular. Salud y
vida a la bella Quinta Normal.
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