miércoles, 12 de febrero de 2014

A PIE POR SANTIAGO (CRONICAS DE LA CIUDAD)

RECUERDOS DE MI BARRIO (INDEPENDENCIA)

El sector de Mapocho tirando para Independencia era y es un barrio popular y en épocas de verano el aroma de los duraznos priscos y peludos apilados en carretones de mano inundaba los espíritus de la gente. Los vendedores hacían cucuruchos de papel diario y lustraban sus frutas colocando adelante las mejores y metiendo una que otra picada en el cucurucho que llenaban con increíble rapidez.

En las noches había pequeños puestos que vendían pescado frito a un costado del puente Independencia en medio de grandes fogatas. Mi padre llegó más de alguna vez con un paquete calientito de pescados fritos, los que comíamos con entusiasmo y entre dormidos. También por el sector de Mapocho vendían "pequenes", especie de empanada pobre, con un pino similar a la empanada , pero sin carne. Una canción de Violeta Parra refleja muy bien esa vivencia popular.

Por allí en otra época se construyó el famoso puente de Cal y Canto, maravillosa obra colonial con que contó Santiago por poco más de un siglo. Estamos hablando del año 1767. Estuvo ubicado frente a la calle Puente y su obra se debió al laborioso Corregidor de Santiago, Don Luis Manuel de Zañartu, en la dirección de la obra que proyectara en ingeniero Don José Antonio Birt, utilizándose en los trabajos a reos y condenados a presidio, a los que hay que decirlo, maltrataba con increíble saña, debiendo enfrentar en reiteradas ocasiones las críticas de la Iglesia por su trato con los caídos en desgracia. Trece años demoró su construcción, y la proverbial tontería nacional lo hizo demoler bajo la administración del presidente Balmaceda. Por la época del puente de Cal y Canto existía la leyenda de que el corregidor rondaba por las noches la ciudad, para corregir con mano de hierro los desmanes de rateros criminales que se negaban a trabajar. Sin embargo Don Luis Manuel de Zañartu se negó a recibir remuneración por su trabajo. Lo hacía por genuino servicio público. También fue el creador del convento del Carmen Bajo, en La Chimba, claustro donde internó para la contemplación a sus dos hijas. Bello barrio. En sus inmediaciones está también "La Piojera" legendaria picada que según cuenta la leyenda ha sido visitada por ilustres ciudadanos como el otrora Presidente de la República Don Arturo Alessandri Palma a quién se atribuye el nombre del recinto. Al momento de entrar habría exclamado: ¡ y a esta Piojera me trajeron!.

En esta chichería conocida como La Piojera no había servicio de cocina, pero se facilitaban utensilios como cacerolas, platos y cuchillos y la gente llegaba con sus provisiones de mariscos preferentemente, por la cercanía del Mercado Central. Bajo sus copiosas parras había pipas de chicha que servían de mesa a los improvisados comensales. Parado sobre una de estas pipas cantó en una ocasión el célebre tenor chileno Ramón Vinay, figura de la lírica mundial. El gran pintor chileno Arturo Pacheco Altamirano era otro de sus habituales parroquianos y llegó a tener mesa reservada en exclusiva para él. En la puerta de entrada al local siempre había muchachos vendiendo mallas de limones, paisanos con canastos de huevos duros y tortillas amasadas, y otros pequeños delincuentes que hacían "de bolsillos" a los borrachos que salían bamboleándose del local. Se dice que La Piojera debe haber estado en pie para la Guerra del Pacífico.

Son los barrios del "Cabaret Zeppelin" en calle Bandera, el "Hércules", "La Antoñana" regentado un tiempo por nuestro vecino Don Selim Carraha, "El Jote" y otros sitios por donde desfiló una bohemia de artistas, poetas y pintores, que en sus mejores años incluyó al inmortal Premio Nóbel de Chile, Pablo Neruda y a toda una generación de brillantes artistas, escritores, poetas y extraordinarios seres indefinibles que transitaban los días de un Santiago nostálgico y bello. En materia gastronómica célebres eran las picadas como "Don Boli" en la calle Grumete Bustos, donde se motejaba de "perrilladas" a la oferta gastronómica del local. Los Puchos Lacios, por calle Juliet, lugar muy concurrido donde se comía muy buena comida chilena e internacional, que tenía en su interior florida pérgola y privados para deleitarse a placer. Lamentablemente un incendio arrasó con toda esa tradición, no recuperándose jamás.

Por Independencia con Echeverría estaba "La Montaña", una clásica hostería donde mi papá pasaba a tomarse el del estribo., cuando regresaba a casa después de haber estado bebiendo seguramente en "El Mendoza", legendario restaurante de Independencia con Dávila. "El Rancho Chico" por el lado de Vivaceta, también era sitio predilecto para disfrutar de una de las tradiciones culinarias más apetecidas del sector: El pollo al coñac. Y por supuesto esa institución nacional que es el Mercado Central, donde generaciones y generaciones de chilenos han arreglado el cuerpo después de las pantagruélicas celebraciones. Este recinto cuya construcción estuvo a cargo de Fermín Vivaceta y Manuel Aldunate por encargo del gobierno de don José Joaquín Pérez (1868), estuvo listo para su uso a mediados del año 1872, habiéndose encargado su estructura a Inglaterra. El escultor Nicanor Plaza estuvo a cargo de su ornamentación. Antes de entregarse a sus funciones naturales, Benjamín Vicuña Mackenna decidió presentar allí una gran Exposición de Artes e Industrias. Son semblanzas de un barrio potente y mágico que ha sabido de grandezas y miserias, pero que representa una 
genuina estirpe popular chilena.

2 comentarios:

  1. Excelente artículo.... Gracias!!!

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  2. Mi suegro,QEPD,compraba años ha,una chicha y un pipeño, que nunca más he probado mejores, en Los Puchos Lacios...

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