jueves, 3 de octubre de 2013

EL RIO MAPOCHO


EL RIO MAPOCHO

Los conquistadores lo consideraron apacible y calmo, rutinario . En verano era apenas un tímido correr de agua que se paseaba campesino y plebeyo y que una vez al año andaba borracho armando camorra entre los barrios rurales de Santiago del siglo XVII. Se desencadenaba con fuerza sobre la ciudad, inundando todo a su paso con su torrente indómito.
En 1574 los horrorizados habitantes no pudieron dormir en sus casas, presa de un pánico incontrolable huyeron despavoridos hasta el cerro Santa Lucía y ahí esperaron a que las aguas bajasen. En mayo de 1779 el Mapocho arrasó con la ciudad y trajo una peste de “calenturas bastardas” que le pueblo llamó “el malecito”.
De sus aguas se proveyeron los ciudadanos por muchos años. En 1557 por acuerdo del Cabildo se ordenaba que fuesen de cal y ladrillo las acequias al interior de las casas y que tuviesen reja de “rayo fijo” a la entrada de ella. En enero de 1578 el Cabildo acordó que se trajera a la fuente de la plaza de la ciudad, agua de Tobalaba y Apoquíndo ya que las del río Mapocho eran muy turbias, no se podía beber y causaban grandes enfermedades a la gente. Solo por el 1861 se hizo el primer estudio de agua potable para la ciudad. Pero Santiago no tenía porque avergonzarse de sus miserias porque ni Paris, ni Londres eran superiores en ese aspecto. Sin embargo el fin de sus correrías mapochinas habrían de llegar a su fin. El presidente Balmaceda, un magnífico y visionario realizador, al quien se le enrostrara que su amor por las obras públicas arruinarían al país, ordenó la canalización del Mapocho desde Las Cajitas de Agua (hoy Plaza Italia) hasta Manuel Rodríguez. La severa destrucción que una avenida del río había causado al puente de Cal y Canto llevándose tres de sus arcos aceleraron el proceso. Puentes de acero reemplazaron al de cal y canto. La monumental obra se debió al ingeniero José Luis Coo, y la canalización quedó terminada en septiembre de 1891. En el curso de la obra compitieron las usinas de Creusot de Francia, que ejecutó el viaducto del Malleco y la firma Lever Murphy y Compañía que en su fundición de Caleta Abarca había construido por puentes del Maule, del Laja y del majestuoso Bio Bio. Los puentes metálicos cobijaron por los años sesenta hasta el setenta a un enjambre de niños huérfanos que vivirían bajo sus plantas, y que subían a la calle a pedir limosna, a causar lanzazos, a colgarse en los troles y robar lo que pudieran. Una novela titulada “El Río” de Alfredo Gómez Morel refleja de manera nítida, estremecedora y tierna la infancia que el autor vivió en carne propia. Incluso esta obra fue llevada al radioteatro en la época de oro de la radiotelefonía nacional. El Mapocho, el Sena santiaguino al decir del vulgo bromista sigue silente y solapado reuniendo la fuerza para hacernos ver de cuando en cuando que con su naturaleza no se juega. Y ha habido momentos en que el puente Pio Nono, y el puente Bulnes se han visto al puto de la sozobra ante la fuerza araucana del Mapocho.

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