jueves, 17 de octubre de 2013



LA PLAZA DE ARMAS I

Desde el comienzo de la vida social santiaguina, la Plaza de Armas fue el espacio polvoriento cruzado por una pestilente acequia, donde convergían animadamente el vecindario después de la misa o cuando ocurría algún acontecimiento importante, como el paseo del Estandarte Real, el cumpleaños de alguna autoridad, o el ajusticiamiento de algún aborígen. Durante los primeros diez años de la colonia la vida humana se concentró en Santiago. El puñado de españoles llegados a Santiago vivían rodeado de una masa de indios hostiles que sumaban más de un millón.
Por aquella época el aspecto de la Plaza de Armas era de un cuadrado desierto de campo eriazo, En el sector norte había edificios de adobe y paja, con el Cabildo, la fundición real, la tesorería y la cárcel. Frente a estas vetustas construcciones se hallaba el rollo , es decir una columna de piedra que simbolizaba la jurisdicción donde se cumplían las penas de azotes y se fijaban las cabezas de los ajusticiados. El costado poniente lo ocupaba la iglesia que no era otra cosa que un tosco caserón con techo de paja levantado en el curso de doce años de grandes sacrificios. Los campos santos (cementerios de los pobres) la rodeaban con sus sencillas cruces de madera. El aspecto de la Catedral de hoy corresponde al quinto edificio construido en el mismo lugar. En general la plaza era muy fea, incluso frente a la cárcel se cocinaba en enormes marmitas la ración alimenticia de los condenados y las cenizas permanecían allí por largo tiempo, lo que afeaba aun más la árida plaza. Las casas eran de un solo piso, salvo contadas excepciones. El piso de la plaza estaba sembrada de hoyos producto de la fabricación de los adobes para los murallones de la iglesia.
En 1789 por acueductos subterráneos llegó el agua hasta la pila de bronce. El año anterior la plaza estaba sin empedrar y llegaban hasta allí las carretas y bestias de carga que traían las verduras, las frutas y los demás artículos que abastecían el consumo de la ciudad. Los carreteros encendía enormes fogatas para desentumecerse y cocinar sus alimentos. El la calle del Rey (hoy calle Estado) y del Portal de Sierra Bella (hoy Portal Bulnes en la zona oriente de la plaza) se instalaban en precarias tiendas y carpas los vendedores de botas y ojotas.
La vieja pila fue trasladada a La Moneda con posterioridad, y en su reemplazo se instaló la “Pila de Rosales” obra hecha en mármol de Carrara y el agua salía por en hocico de unos caimanes.
Cuenta la leyenda que en 1876 un pobre campesino creyente en Dios y las ánimas, paseaba por la Plaza de Armas de Santiago, cuando un comerciante de la época le ofreció una estampa impresa de la Virgen de Carmen. Después de mucho insistir el campesino se convenció y se dispuso a la compra. Grande fue su sorpresa que al momento de tomarla, la estampa voló por los aires a pesar de no correr ni una sola brisa y de intentar alcanzarla de varios modos. La estampa siguió volando, hasta detenerse en los terrenos donde más tarde se levantó primero una capilla y luego el templo de tres naves que es la Iglesia de La Estampa del barrio independencia.

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