viernes, 28 de diciembre de 2018

A PIE POR SANTIAGO, CRONICAS DE LA CIUDAD

César Palacios, que estás en el cielo…
El vértigo de su rasgueo hacía impercetible su mano. La violácea luz cenital bañaba los párpados hinchados de César Palacios. Se venía la ventolera. Potente, irrefrenable energía que poseía a César en la catarsis andina. El desliz de sus dedos libres en el diapasón. La dulce arremetida de sus rasgidos. El arpegio preciso. Sus contorsiones en el escenario, sus muecas parecidas al dolor en el acorde altiplanico de su charango mágico. Su profundo viaje interior. Sus ojos cerrados quizas de regreso a su árida infancia calameña. A la difusa niñez de escuela provinciana polvorienta. A la liceana pubertad. Al mudo silencio planetario de la pampa. A escuchar la voz de la montaña de sal. A sus vírgenes del sol. Estuvo en los albores del canto clandestino y ciudadano de ese Santiago sitiado y acosado por la fuerza maligna y oscura de la dictadura. Aunque fuera escondido había que sacar con más fuerza que nunca el grito rebelde de la musica denunciante. Ahí estaba el chico César. Amigo impenitente de la noche. De andar de aquí para allá bebiéndose la vida. Como si sufriera una dromomanía urbana. De Bar en Bar, de Peña en Peña entregando su arte. Buscando asilo en el alcohol que lo abrazó como regazo de madre. Compartimos muchos sitios y en su compañía cruzamos el umbral de muchas madrugadas junto a otros próceres de la farra luminosa.

Como la vida misma, partió a patria ajena donde supo de grandezas y miserias, de crudezas y de soledad. A pesar de las manos hermanas que le dieron amistad y cobijo su alma fracturada no se resignaba. Soñaba regresar, pero su salud estaba resentida y se quedó dormido para siempre en la cama de un hospital ajeno.
La tarde caía bella de colores fantasmagóricos en el ocaso del Salar de Surire. Los reflejos alucinantes de la laguna altiplanica genera un escenario indescriptible. Una bandada de parinas cruza el ancho cielo azul en raudo vuelo. César Palacios iba con ellas.

viernes, 28 de septiembre de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)

ALIRO TORREJON ORTIZ

Fue chofer de inmensos camiones con tolva que acarreaban minerales por allá en el difuso pueblo de Inca de Oro, escenario de una parte de mi infancia nortina. Iba hacia la mina “Linda Ester” por Copiapó al interior, donde la tierra es cobriza y el agua salobre por el alto contenido de cobre. Después venía en el mítico "Taca Taca", camión Thames llamado así por el sonido de las vávulas de su motor y pintado de celeste y blanco, los colores de la virgen de Lourdes, como muchas cosas de su propiedad. Vino manejando un camión Chevrolet Viking 60 cargado hasta las barandas con sandías de Paine. Tuvo un Taller de reparación de Radiadores en una de las calles centricas del puerto Coquimbo que servia de lugar de regadas reuniones de amigotes y colosales fritangas de sartas de pejerreyes. Retratado en blanco y negro en la farra juvenil alucinante en La Stanka, o en el Bogarín o en el Bar Santiago en El Empalme en medio de la porteña bacanal cervecera. Pendenciero, peleador a parejas con mi tio Herman en el Bar del Italiano Enrico Paris en la borrachera inconsciente. Puntual encorbatado devoto dominical de la Gruta de Lourdes. Josefino impenitente de dudosa consecuencia. Recitador ebrio de los versos de Rafaél de León:" Mira como se me pone la piel cada vez que te recuerdo...por la garganta me sube rio de sangre fresca que recorre parte a parte mi cuerpo. Tengo espadas en las manos y cuchillos en los dedos...Y en la sien una corona de alfileres negros...". Visitante matutino del antiguo Mercado Persa que estaba en las cercanías de la calle San Martín cerca de Mapocho.
Cerrajero artístico forjador de mesas de arrimo y creador de porta maceteros pintados de negro. Sus dedos doblaban una hoja de cuaderno donde depositaba la purpurina dorada que aplicaba soplando levemente a la recién pintada pieza terminada. Armador de largos paños de reja que ayudamos a pintar con infantiles manos de antioxido cafesoso.
En el sólido tornillo mecánico aprisionó las machinas donde dobló las platinas y fierros para ir haciendo grandes las “eses” que serian parte de las patas de la mesa de terraza que soldaba al arco con talento y gracia. Llegó alguna vez de las fritangas de pescado que se instalaban en la ribera del Mapocho, cerca de la estación, con un paquete de pescados fritos que comimos entredormidos. Conocedor del cautín y la soldadura de estaño. Candil de la calle hasta entrados sus años de madurez. En el umbral de la tercera edad partió un buen día de este mundo sin decirle nada a nadie, cuando su corazón no pudo más para volverse el recuerdo de su nombre tallado en una placa de mármol. Ven, hagamos las paces. Dame un abrazo. Ya no tengo nada que reprocharte. Yo moriré comunista y tu allá con tus convicciones. Prefiero mirarte con los ojos limpios de resentimientos. Hasta siempre padre…



domingo, 8 de julio de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)


LETRAS

Y de pronto me encontré frente a esta maraña de letras. A esta dulce y espesa cortina de bar antiguo a descorrer. Hacia un escenario desconocido y urgente de ofrendar mi párrafo generoso como granos de trigos silvestres para la harina de tu ancho y cálido pan fraterno. A saborear con fruicción como frutas frescas cada una de las vocales aprendidas en escuelas difusas y lejanas de la memoria preparatoria. A poner la boca dispuesta como si fuera una comunión para hilvanar las sílabas fundacionales de la infancia. A construir en un andamio de palabras la canción que llega al balcón de tu cielo proletario donde te espera la estrella de la victoria. Declaro que a la escalera humilde de la frase le debo mi palabra. Y al martillo la fuerza precisa de mi corazón militante. Al irrestricto compromiso con la utopía voluntaria y eterna de construir otra patria posible.
Y si de derrota en derrota mis letras han quedado caídas y pisadas en el amargo suelo de la impotencia, aprendimos a recorgerlas una a una para la batalla que viene. Y aunque las sentimos crepitar como hojas secas bajo la pesadumbre de nuestros pasos renovamos con un beso el juramento de nuestra revolución eterna. 
“… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.” (Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”, 1974).

martes, 12 de junio de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRONICAS DE LA CIUDAD

SANTIAGO
No es que te haya olvidado. Es solo que cerré mis ojos unos momentos y cuando desperté todo había cambiado. Solo queda esta pilastra pergolera y franciscana donde me sentaba a esperar a que llegaras. Venías de jumper azul y medias colegiales blancas. Frágil y delgada. Con tu bolso cuerino que colgó más de una vez de mi hombro. Cuando los juegos Diana bullangeros y atrayentes eran vecinos de la emblemática iglesia colonial. Cuando el diario luminoso nos entregaba sus noticias giratorias encendidas en los atardeceres en la franja móvil y de premonitoria tecnología en la cúpula del edificio NCR, en Alameda y San Diego. Ya no están los cines donde ibamos a las matinales de la infancia. No está el cine Continental, ahí en Plaza Bulnes, ni el Metro, ni el Bandera, ni el Plaza, ni el Real, ni en Rex, Ni el Cinelandia, Ni el cine Santiago, ni el York, ni el Florida, ni el Central, ni el Huérfanos, ni el Lido, ni el Astor… ahora son mustias bodegas, trasgresoras discotecas gays o alucinantes Templos evángelicos de combulsiones colectivas e insensatas revelaciones divinas. La torre Entel empezaba a levantarse a si misma, cuando no se imaginaba ser anfitriona de venideros años nuevos gregarios y pletóricos de baile y de alegría transitoria. ¿Te acuerdas?. Juntos esperabamos la micro en la Plaza de Armas. Tu la 37 Matadero Palma y yo la 60 Ovalle Negrete. Cuando el valor de pasaje se hacia circular hacia la pecera del conductor de mano en mano y hasta regresaba el boleto escolar cuando nos subíamos por la puerta de atrás. No es que te haya olvidado como puedes ver. Pero las ancianas vendedoras nocturnas de huevos duros y pan amasado claudicaron ante el arrollador paso de modernidad excluyente. No me preguntes donde se fue mi Santiago provinciano. Ese cuyas centricas calles recorriamos en los días previos a las navidades para extasiarnos con los decorados de ensoñación de su vitrinas repletas de sueños inalcanzables. Esa ciudad anterior con fragantes barquitos maniceros donde te compré una bolsita de turrones multicolores que eran como dulces rocas mínimas de dulzura para ti. Yo me quedé con el con la tibieza del maní al que había que sacarle la su cáscara…La calle Ahumada por donde transitaba la locomoción vio desaparecer la Farmacia del Indio que gobernaba silente esa esquina histórica. Hoy tus edificios notables sobrevivientes yacen ocultos entre espejos y cristales de una modernidad invasiva que se eleva hacia tus cielos. Santiago, te recuerdo. No creas que me olvidé de ti.

domingo, 6 de mayo de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)

FELIZ CUMPLEAÑOS SANTIAGO
Yo te conozco. Te vi sopeando una paila marina en el Mercado Central y tomando té frio de madrugada tras la resaca de la bacanal. Te vi bailando una cueca rebelde, zapateada y libertaria de amanecida donde El Huaso Enrique. En la línea dos del Metro silente en otro paisaje síquico y con la oreja parada. Tomando medio pato de Cola de Mono al seco en el Ciros. Engulléndote un completo a la pasada en el Portal Fernández Concha. Comprando películas piratas en calle Estado. Mirando con extrañeza un objeto en el Persa Bio Bio. Una de pino y una de queso en El Rápido. Testigo del show de mediodía en la Plaza de Armas y su hilarante destino. Estabas en La Piojera y su despedida tambaleante. O persignándote en la Iglesia de Santo Domingo en la breve liturgia del favor concedido. Andabas en las surrealistas carreras del Club Hípico, agitándo los dedos para alentar la esperanza de triunfo. Viendo el partido en la pantalla multitudinaria, gregaria y callejera. Así eres Santiago en tu día a día a estas alturas del siglo. Trasmites a tus hijos tu impronta citadina. El vigor cotidiano, protector y materno de la Vega Central y su estirpe arrabalera. La silente penitencia en la Iglesia de La Merced y su afiteatro de velas y flores. La suplicante mano extendida a lo cielos. El asombro de tu Viseca de aves vivas allá por Chuchunco abajo. La Moneda en llamas y los Jocker Hunters con su carga criminal. Veo a Ricardito y su acordeón ciega tocando una melodía ininteligible a la entrada del Pasaje Matte. Al "Gloria a Dios" saltando en plena Plaza de armas su bíblico testimonial premonitorio con su libro sagrado en ristre. Te miro con ojos de niño exiliado. Con desconocimiento y con mi sonsonete provinciano. Te miro con mi overol de estudiante de preparatoria. Miro con dolor tus hijos huérfanos bajo los puentes del Mapocho. Tus trolebuses con suspensores doblando por General Mackenna. Tus canillitas vendiendo el diario a pata pelá. Santiago abuelo, tio, papá. Santiago sorprendente. Vividor y jaranero. Si apenas eres un joven de 477 años. Salud mi querida ciudad.

jueves, 12 de abril de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRONICAS DE LA CIUDAD)




ECOS DE ABRIL
Abril de tibias y deshojadas brisas. De prematuros atardeceres que se instalan en la tarde que agoniza. Abril de húmedo rocío de madrugada de regreso dipsómano y tambaleante de la Peña Antilén. De frecuente dromomanía hacia Chile, Rie y Canta, y luego hasta donde el Nano Parra, en San Isidro y Alonso Ovalle para tomar la copa del estribo en medio de la interpretación borracha de canciones de Sandro en la voz lacrimosa de Manolo Foster…o el Pollo Guzmán. Abril de Mil Cuecas zapateadas en el corazón de San Bernardo. Abril de luces y sombras. De amigos callejeando por “Decreto Supremo” con la guitarra llena de trinos de pájaros rebeldes. Abril afinando en La 4:40 los Tiempos de Crecer en la Casa del Cantor con entusiastas y emergentes amantes de la música. Abril oscuro en la lectura del listado policial de los que se iban y de los que se quedaban en la cárcel transitoria. Abril de profundo dolor en la partida de entrañables amigos. De lágrimas derramadas mientras sosteníamos en vilo el féretro con el cuerpo lívido de nuestro hermano Wilfredo que partía… hace 14 años ya. Abril estupefacto ante el horror todavía latente del atroz crimen cometido. No degollarán nuestra esperanza. Abril corriendo a tomar la última micro antes del toque de queda. Abril paseando contigo en la tarde dominical del Parque Forestal. Abril de lluvias ausentes. Abril de guitarras de acordes idos. Abril de renovados e ingenuos brios en la democracia que amanece. Abril de sueños venideros. De súbitos cabellos plateados reflejados en el espejo. De memorias cotidianas. De hojas que crepitan con mis pasos en la desnudez otoñal de los árboles de mi cuadra. De marchas multitudinarias con mi rostro presente y mi corazón militante. Abril…vuelvo a desandar el camino en los recovecos del implacable pasado…

jueves, 1 de febrero de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRONICAS DE LA CIUDAD)

ALLIPEN
Allipén…muéstrame tu arboleda maciza que va recorriendo tus orillas rio abajo. Tu rumor silencioso. Todo fluye. Nada permanece, todo cambia. Río dialéctico que no deja bañarse dos veces en la misma agua. Tus soberanos y poderosos salmones ciegos que van a contramano corcoveando y buscando su desobado final. Enséñame el rostro doloroso de tu tragedia invernal. Las manos infantiles que no pudieron remar contra corriente y que se quedaron dormidas en tu lecho araucano. Dame el aroma penetrante de tus hierbas sanadoras. La fragancia iracunda del Poleo. Dale el pan a tus hijos que te respetan y te veneran. Enséñame tu silente melodía rio abajo cuando la noche se instala en tus aposentos de virginal belleza. El ladrido solitario y alerta en el iluminado plenilunio de tus aguas. Tierra araucana de macilentos, silenciosos y torvos caminantes de la madera materna. A tus mudos paisajes hay que regresar con el corazón dispuesto. A la guitarra nocturna. Al cálido vino de la amistad reencontrada. A la canción que el viento invernal va entonando en la colosal sacudida de las copas de tus árboles sagrados. A tu poderosa lluvia inclemente. A tu oscuridad impenetrable. A tus galopes equinos de dulce mansedumbre que van haciendo camino en la generosa tierra sureña. Salud nuevo amigo.

viernes, 12 de enero de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)

SEMBLANZA DE MAMA

Tu inconmensurable amor a tu familia y tu sencillez son rasgos notorios de tu existencia.. Tu azarosa vida que te llevó tras mi padre, a recorrer difusos y olvidados pueblos como Inca de Oro, por allá por Copiapó adentro donde la tierra es cobriza y el agua salobre, en una aventura familiar con sus tres críos transitorios a cuestas buscando la buenaventura que nunca llegó. Coquimbo fue tu lugar para vivir los misterios del matrimonio porteño por muchos años.Renquina de corazón conocía desde su más tierna infancia los recovecos del cerro de Renca, la hermana Julia y su mano de seis dedos vendiendo castañas casa por casa cuando caía el crespúsculo. La mítica “Cueva de Don Emilio”. Los amaneceres de trinos de pájaros y buhos que entonan su silvestre melodía madrugadora en la lejana copa de los árboles. Las vehementes lluvias que sobresaltaron tu sueño juvenil. Tu trabajo puertas adentro en la panaderia “La Campana” por allá por calle Esperanza. La he visto lavar en “bateas” como manda la tradición a escobillazo limpio ganándole la pulseada a la pobreza. Sus manos creadoras inventando la sobrevivencia alimentaria para que sus siete chiquillos no conocieran el hambre. Cortó fierro con una sierra como un hombre para ayudar en la faena del marido - padre cerrajero, y bordó, cosió y zurció las ropa para que aguantaran un poco más. Nobleza de mujer de antaño que se valoriza en los recovecos del corazón. Quien más que tu supo de privaciones y silenciosos dolores que guardaste dentro de tu corazón. De lágrimas a escondidas. Quien mejor que tu para corregir con el cordón de la plancha la insensata maldad infantil de tus hijos. Con su talento de madre costureteó la mezclilla para los pretenciosos púberes que soñaron patas de elefantes para sus pantalones setenteros. Cantó inolvidables himnos de amor hasta lograr conciliar el sueño de sus hijos. Nadie más que tu supo dirigir la obstinada conciencia que se negaba a hacer las tareas de estudiante. No caben en estas líneas los homenajes ni las letras que puedan cubrir tu estirpe ni tu impronta de mujer luchadora de Chile. Madre nuestra que estás en la tierra. Damos gracias a Dios.