miércoles, 4 de enero de 2017

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)

"ZALAGARDA"
Cuando las brisas veraniegas empezaron a acentuar su presencia con indomables ráfagas de viento, la copa del aromo se llenó de trinos de alerta y una febril actividad comenzaba en el hábitat de varias decenas de familias de chincoles que a menudos saltitos ponían a salvo a sus crías del desatado temporal. Sabido es por la leyenda del Chincol que jugando un partido de chueca, uno de los pajarillos se hirió y el Chicol que tenía un tío doctor salió en su inmediata búsqueda preguntando: ¿han visto a mi tío Agustín? ¿Con zapato y un calcetín?. Lo busca desde entonces por todo Chile, por cerros y cordillera. De día y de noche. También cuenta la leyenda que viéndose involucrado en un lío acusado de apuñalar en el pecho a una loica, se defendió ante el juez, asegurando que él no era roto de andar matando a nadie. Así y todo el juez lo hizo apresar y lo engrilló. Por eso anda dando saltitos y no puede caminar como otros pajarillos…
De pronto en medio de uno de los zamarreos del ventarrón una avecilla cayó de golpe al suelo. Estaba herido en un ala y condenado a la depredación gatuna. Pero la mano salvadora de mi compañera lo salvó providencialmente, y decidió cuidarlo dándole asilo en la casa. Lo curó con paciencia materna, lo alimentó y vigiló su convalecencia que se prolongó por tres meses hasta que logró ponerse de pie.
De ahí en adelante respondía a los suaves golpes de los dedos en la mesa para que se acercara a alimentarse. Lentamente se fue convirtiendo en un devorador de frescas lechugas y un comedor de semillas varias. La confianza se acrecentó a un punto que se paraba encima de mi cabeza con todo desparpajo y sin pedirle permiso a nadie. Lo mismo con nuestras mascotas. Dos perritas a las que le enseñamos a no dañar a tan amorosa especie.
Cuando tenía hambre armaba una zalagarda de aquellas y su trinar llegó a ser la música matutina de la casa. Incluso nos acompañó a paseos playeros.Pero llegó el momento en que debía conocer la libertad y aunque sobrevolaba el parrón y regresaba a la casa cada vez sentía que sus instintos lo llamaban a su hábitat natural: las copas de los árboles. Así un buen día “Zalagarda” emprendió su vuelo definitivo para no regresar jamás. Cuando escuchamos el ¿has visto a mi tío Agustín? Recordamos a “Zalagarda”…capaz que ande por ahí llenando con su música su azarosa existencia…

martes, 3 de enero de 2017

A PIE POR SANTIAGO (CRONICAS DE LA CIUDAD)

EL VIEJO TOCO
De baja estatura con facha de ser practicante de arterofilia Sergio Segovia “El Toco” era un viejo cantor de barba blanca y larga melena. Parecía un guerrillero arrancado de la gesta cubana, perdido en la ciudad. Cantaba a pausas y con lentitud. Pero su canto era profundo y auténtico como su voz. Era autor de sus composiciones y recorrió muchísimas peñas solidarias en la periferia santiaguina siempre apoyando a su gente. Al principio no fuimos amigos. Sin embargo merced a la intervención del "Chico Camacho", su entrañable amigo por esos días, comenzó a llegar a nuestra Oficina- Taller de diseño hasta convertirnos en amigos, y juntos llevamos adelante algunas iniciativas tendientes a hacer del canto una actividad algo más organizada insertos en un Taller de creación musical que llevaba el ostentoso nombre de “Taller Semilla”. Mitómano incorregible nos contaba una serie de historias que rayaban en una delirante fantasía. Lo hacia con seriedad aunque ninguno de nosotros le creyó jamás ni un ápice de sus embustes. Eran relatos insólitos, pero muy divertidos.

El terremoto de 1985 nos encontró en febril actividad musical y solidaria. Así reunimos ropa y enseres de primera necesidad y fuimos a Renca, que era un lugar donde actuábamos habitualmente para apoyar a la gente y estar con ellos en los momentos duros que se vivían. Recuerdo que en la Población Lourdes, y en medio de una casa derrumbada hicimos una ronda gigantesca con niños del sector, donde El Toco los deleitó con su “Manseque”. Julio Serey nos trasladó en su auto y compartió su canto y su incomparable voz con la gente. Fue una inolvidable jornada que quedó para siempre en nuestro corazones.
El Toco fue artista estable por varios meses en la Peña Kamarundi allá por Arturo Prat abajo, en los dominios de Manuel Escobar “Tilusa”. Otro gran artista desaparecido prematuramente.
Después vinieron aquellos días de ausencia, de alejamiento donde cada uno siguió su destino por diferentes caminos. Hoy al hacer un alto en la jornada evoco al viejo cantor que se ganó un respeto en mi recuerdo y en mi corazón.