miércoles, 13 de febrero de 2019

SANTIAGO 478 AÑOS


Desde tus sagrados centros ceremoniales de sólidas raíces indígenas, hasta la llegada del yelmo y la espada invasora. Desde tus calles trazadas a lienza por el Alarife tuerto. Desde tu plaza polvorienta y abierta con sus Cabildos y tu Iglesia primigenia de techo de paja y rodeada de cementerios de pobres. Cruzada por sus acequias difusas en la memoria. Desde tu Rollo castigador en cumplimiento de azotes a negros y aborigenes. Con tus cabezas de ajusticiados y tus horcas perdidas en las páginas de tu historia. Con tus terremotos bíblicos y milagros eternos, los paseos del estandarte o el esplendor angélico de tus procesiones de Mayo. Con tus dantescos incendios inmemoriales. Con tu comercio inicial y con tu vieja pila de bronce presidiendo el espacio y los abrevaderos de tu Nueva Extremadura. Con tus portales y sus vendedores de calzado y ojotas. Ausente de jardines y niños jugando. Con tus serenos quebrando con su pregón el silencio del peso de la noche anunciando una nueva hora por tus callejas empedradas. Plaza de Armas del Santiago fundacional cuando la comida para los presos se hacía frente al pórtico de su lúgubre morada justiciera y los restos humeantes de las cenizas permanecían incandescentes a perpetuidad. Después pasaron corriendo los niños sepias detrás de un aro metálico que zigzagueaba con maestría por entremedio de la feligresía que iba a la misa de doce. Otros deslumbraban a los transeúntes jugando al Diávolo. Había ya vendedores de mote con huesillos y picarones. Los jardines amanecian tímidamente y se iban apoderando de la plaza. Santiago bisoño, chiporrito. Después tus galerías imitaciones parisinas se llenaron de pijes siúticos y perfumosos que se paseaban de lado a lado mirándose el peinado en los espejos franceses al centro de la galería. En los difusos años del mil ochocientos ochenta y tantos la Casa Prá, ya tenía luz eléctrica y el en hall de la tienda había una gallina de lata gigante, a la que había que introducirle un centavo y ponía un huevo de lata lleno de pastillas de chocolate.Nadie se dio cuenta como creció esta ciudad. Con sus grandezas y sus miserias, con niños de levita y zapatos de cuero negro y otros descalzos y desarrapados implorando una limosnita por el amor de Dios. Así fuiste creciendo con ruidosos automóviles y con tu miseria mapochina en La Chimba. Con el grito de mediodía de las caldúas y pequenes de los vendedores de poncho deshilachado y ojotas en Chuchunco abajo. Empezando apenas a conocer el alcantarillado y el pavimento. Hoy que los cristales de tus edificios casi tocan el cielo, hojeo las páginas de tu pasado señorial con la misma sempiterna desigualdad. A tus 478 años, sigues siendo ese adolescente bullangero y jaranero que no se ha dado cuenta que creció al amparo y generosidad de la grandeza de tus hijos. Felices 478 años mi amada ciudad…