ALLIPEN
Allipén…muéstrame tu arboleda maciza que va recorriendo tus orillas rio abajo. Tu rumor silencioso. Todo fluye. Nada permanece, todo cambia. Río dialéctico que no deja bañarse dos veces en la misma agua. Tus soberanos y poderosos salmones ciegos que van a contramano corcoveando y buscando su desobado final. Enséñame el rostro doloroso de tu tragedia invernal. Las manos infantiles que no pudieron remar contra corriente y que se quedaron dormidas en tu lecho araucano. Dame el aroma penetrante de tus hierbas sanadoras. La fragancia iracunda del Poleo. Dale el pan a tus hijos que te respetan y te veneran. Enséñame tu silente melodía rio abajo cuando la noche se instala en tus aposentos de virginal belleza. El ladrido solitario y alerta en el iluminado plenilunio de tus aguas. Tierra araucana de macilentos, silenciosos y torvos caminantes de la madera materna. A tus mudos paisajes hay que regresar con el corazón dispuesto. A la guitarra nocturna. Al cálido vino de la amistad reencontrada. A la canción que el viento invernal va entonando en la colosal sacudida de las copas de tus árboles sagrados. A tu poderosa lluvia inclemente. A tu oscuridad impenetrable. A tus galopes equinos de dulce mansedumbre que van haciendo camino en la generosa tierra sureña. Salud nuevo amigo.