viernes, 12 de enero de 2018

A PIE POR SANTIAGO (CRÓNICAS DE LA CIUDAD)

SEMBLANZA DE MAMA

Tu inconmensurable amor a tu familia y tu sencillez son rasgos notorios de tu existencia.. Tu azarosa vida que te llevó tras mi padre, a recorrer difusos y olvidados pueblos como Inca de Oro, por allá por Copiapó adentro donde la tierra es cobriza y el agua salobre, en una aventura familiar con sus tres críos transitorios a cuestas buscando la buenaventura que nunca llegó. Coquimbo fue tu lugar para vivir los misterios del matrimonio porteño por muchos años.Renquina de corazón conocía desde su más tierna infancia los recovecos del cerro de Renca, la hermana Julia y su mano de seis dedos vendiendo castañas casa por casa cuando caía el crespúsculo. La mítica “Cueva de Don Emilio”. Los amaneceres de trinos de pájaros y buhos que entonan su silvestre melodía madrugadora en la lejana copa de los árboles. Las vehementes lluvias que sobresaltaron tu sueño juvenil. Tu trabajo puertas adentro en la panaderia “La Campana” por allá por calle Esperanza. La he visto lavar en “bateas” como manda la tradición a escobillazo limpio ganándole la pulseada a la pobreza. Sus manos creadoras inventando la sobrevivencia alimentaria para que sus siete chiquillos no conocieran el hambre. Cortó fierro con una sierra como un hombre para ayudar en la faena del marido - padre cerrajero, y bordó, cosió y zurció las ropa para que aguantaran un poco más. Nobleza de mujer de antaño que se valoriza en los recovecos del corazón. Quien más que tu supo de privaciones y silenciosos dolores que guardaste dentro de tu corazón. De lágrimas a escondidas. Quien mejor que tu para corregir con el cordón de la plancha la insensata maldad infantil de tus hijos. Con su talento de madre costureteó la mezclilla para los pretenciosos púberes que soñaron patas de elefantes para sus pantalones setenteros. Cantó inolvidables himnos de amor hasta lograr conciliar el sueño de sus hijos. Nadie más que tu supo dirigir la obstinada conciencia que se negaba a hacer las tareas de estudiante. No caben en estas líneas los homenajes ni las letras que puedan cubrir tu estirpe ni tu impronta de mujer luchadora de Chile. Madre nuestra que estás en la tierra. Damos gracias a Dios.